Además de lo estrictamente técnico existen a mi juicio otros componentes con los que participar en una clase de Pilates. Como ya he comentado en algún otro artículo pienso que podemos aprovechar este rato de ejercicio para tomarlo como un juego de adultos en el que experimentar con nuestro cuerpo y conocerlo en la medida de las posibilidades de cada uno.

A pesar de que pienso que la mayoría de nuestros alumnos podrían comulgar con esta idea, no es esto lo que me encuentro en la práctica. Nuestros mecanismos están muy enraizados y cuesta salir de nuestros comportamientos habituales para entender que atravesando la puerta de la sala de Pilates entramos en un espacio en el que podemos aprovechar para mostrarnos de forma diferente. Podríamos tumbarnos cada día en una colchoneta pero vamos siempre a la misma, podríamos tratar de escuchar nuestro cuerpo además de al profe pero nos tensamos entorno a esa mítica “dificultad del Pilates” y el tener que “juntar tantas cosas”.

En el afán de transmitir y de inculcar esa libertad me parece que el conocimiento de algunos mecanismos puede ayudar a reconocerlos y, por tanto, a cambiarlos. Dentro de nuestro comportamiento y nuestra forma de pensar influyen, entre otros, la presencia de los demás.

En 1897 Triplett demostró mediante experimentos que la simple presencia de otras personas realizando una misma tarea influye en todos ellos mejorándola. A esto se le ha denominado “efecto de mera presencia”. Si esto funcionara exactamente así el hecho de hacer Pilates en grupo significaría un refuerzo para cada uno de los participantes. Pero lo que vemos frecuentemente son personas que se tensan ante lo difícil que les parece la tarea.

Muchos años más tarde, en 1965, Zajoncu demostró que eso era cierto en tareas sencillas o en las que cada una de las personas era diestra pero si la tarea es difícil o la persona inexperta, la motivación, en la medida que potencia la intensidad del esfuerzo, tiende a multiplicar los errores que comete y, de esta manera, perjudica su rendimiento.

Conozcamos este tipo de mecanismos, reconozcámoslos y vayamos a lo esencial: hazlo lo mejor que puedas, nadie te pide más que eso; disfruta del movimiento y, si no tienes dolor, intenta el ejercicio porque, salga lo que salga, estarás más cerca de hacerlo bien que cuando no haces nada.

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Eleder Gaztelurrutia

Fisioterapeuta colegiado nº79

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