Por muchos es sabido que nuestro cerebro tiene dos mitades con carácter bien diferente. Decimos que el cerebro derecho es emocional, holístico y artístico, más centrado en las señales comunicativas no verbales; el cerebro izquierdo ordena y clasifica, es lingüístico, lógico y literal. Gozamos de dos lados especializados por una importante razón: poder dar respuestas elaboradas y exitosas ante tareas complejas e intrincadas.

Sólo combinando las habilidades de ambas mitades, logramos alcanzar el equilibrio para navegar  entre «la orilla del caos emocional y la de la rigidez literal». Para alcanzar una vida plena y creativa en que el cerebro de nuestros niños trabaje con lo que ambos lados le aporta y no se vea dominado por ninguno de ellos, debe existir una correcta comunicación y posterior integración de ambos.

Para que esto sea posible, el cerebro debe encontrarse bien integrado en sus dos partes. Arquitectónicamente, el cerebro pone todo de su parte para que esta comunicación y posterior integración tenga lugar; por ejemplo mediante el cuerpo calloso (un haz de fibras nerviosas que conectan ambos hemisferios para que trabajen en equipo).

Pero hace falta algo más para que esta integración de ambos hemisferios tenga lugar. Desde un punto de vista del desarrollo, durante los primeros años (sobre todo los tres primeros), en el niño predomina la actividad del cerebro derecho y no tiene buen manejo del razonamiento lógico y la palabra (valores del hemisferio izquierdo); por esta razón, no nos da fruto tratar de razonar por qué las paredes no son buen lugar para pintar monigotes de colores (¡es mucho más lógico seguir el impulso creativo!).

Para ayudar a un niño a trabajar su comunicación horizontal entre hemisferios, hay varias cosas que podemos hacer. Daniel J. Seigel y Tina Payne Bryson, nos proponen en El cerebro del niño una  estrategia con la que comenzar ante un conflicto-oportunidad.

 Cerebro pleno: Conectar y redirigir

«Cuando un niño está alterado, la lógica no suele surtir efecto hasta que hayamos respondido a las necesidades emocionales de nuestro cerebro derecho»

Conectamos:

Mediante un tono de voz afectivo, lenguaje corporal afectuoso, expresiones faciales empáticas, debemos escuchar sin emitir juicio, por absurdos y poco razonables que nos parezcan los motivos para un berrinche de nuestro niño, para él son reales e importantes. Sirviéndonos de nuestro cerebro derecho, conectamos con el suyo, habiéndonos colocado en un contexto emocional, donde ha surgido el conflicto, entramos en sintonía con el cerebro derecho del niño satisfaciendo su demanda.

Redirigimos:

Es tras atender esta necesidad del cerebro derecho que ya podremos aportar y negociar opciones lógicas, tratando de que el niño proponga sus ideas y negociando las nuestras. Obligamos con este ejercicio al cerebro izquierdo a activarse y sumarse a la conversación con lo que ejercitamos el funcionamiento integrado y coordinado de ambas partes. Esto siempre debe tener lugar DESPUÉS del aluvión emocional, puesto que no es buen momento para aprender lecciones, por lo general , cuando el cerebro izquierdo no está en activo.

Para conocer más sobre el proceso de desarrollo de la mente de los niños, El cerebro del niño, de Daniel J Seigel y Tina Payne Bryson es un valioso recurso, donde tratan de explicarnos de manera muy sencilla y desde una perspectiva neuropsicológica los fenómenos que marcan el desarrollo cerebral de nuestros niños y cómo acompañar el proceso para cultivar la mente del niño respetando su ritmo e individualidad.

Cristina Pichel Martínez

Terapeuta Ocupacional col. nº158

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