Para conseguir eliminar el dolor, primeramente tenemos que preguntarnos cuál es la causa que lo mantiene, ya que muchas veces no hay una correlación directa entre la lesión de los tejidos y la sensación subjetiva de dolor.

Para entender esto, primeramente tenemos que saber cómo funciona el dolor y para qué nos sirve.

Nadie quiere tener dolor. Nada más notarlo, ya estás pensando en librarte de él. Es muy desagradable. Pero precisamente el hecho de que sea desagradable es lo que hace que sea algo tan efectivo y esencial en la vida. El dolor protege, te avisa de que estás en peligro. Hace que te muevas de manera diferente, que pienses y te comportes de manera distinta, algo importante para la curación.

Sin embargo, otras veces el sistema de dolor falla, como en algunos tipos de cánceres malignos que no son dolorosos. De la misma manera, hay veces que aunque no exista en absoluto ningún problema en tus tejidos corporales, sentirás dolor en ellos si tu cerebro piensa que estás en peligro. Ahora la clave será descubrir por qué el cerebro ha llegado a pensar que estás en peligro sin estarlo.

 

Esto es a lo que se le llama proceso de sensibilización central.  Amplificación del estímulo nociceptivo.

Es decir, ante un estímulo bajo en intensidad (caricia), el cerebro interpreta esa información como de alta intensidad y la corteza cerebral lo reconoce como dolor (arañazo).


En esta situación nos encontramos entonces con un dolor que no concuerda con lo que está pasando en nuestro cuerpo aquí y ahora, sino que se trata de una interpretación que hace nuestro cerebro de lo que está pasando. ¿En base a qué?

La experiencia de dolor incluye procesos de memoria, de razonamiento, emociones e incluso consideraciones sobre las posibles consecuencias de la respuesta.

Con esto queremos decir que la cantidad de dolor que experimentamos no se relaciona necesariamente con la cantidad de daño en el tejido. Es algo mucho más complejo.

Y cuando decimos que un dolor no se relaciona  con el daño del tejido y que es una interpretación de peligro de tu cerebro, en ningún momento queremos decir que no sea real. Todo dolor es real, la respuesta de tu cerebro es la misma que cuando existe el daño real en los tejidos. La única diferencia es que la información que tenemos que cambiar para hacerle entender al cerebro que no está en peligro, es otra.

¿Cómo puedo cambiar esto?

En primer lugar, entendiendo tu dolor. Conocer todos los aspectos de tu vida que pueden estar fijando este dolor en tu cerebro. Tú debes formar parte de tu recuperación.  Quitando el miedo y afrontando (que no enfrentando)  tu dolor.

Sin embargo, muchas veces en vez de afrontarlo, actuamos de forma diferente: huimos o nos enfrentamos a él.

En el patrón de huida, el dolor se inicia con una actividad y la reacción es suspender la actividad.

Con el tiempo, la cantidad de actividad necesaria para provocar dolor se reduce lentamente y finalmente conduce a una discapacidad y probablemente se acompañe con una de presión.

En el segundo caso, el dolor aparece, pero no le escuchamos. Nos enfrentamos a él.

Seguimos adelante más y más intentando ignorarlo, hasta que de repente el dolor se hace intolerable y nos hace caer.

En ambos casos el nivel de actividad disminuye y es porque el dolor se ha convertido en el jefe.

Nadie tiene una solución única para todos los dolores. El objetivo es conseguir  identificar las causas que están manteniendo el dolor y tener claro que no siempre el problema está donde nos duele.

 

Centro de Fisioterapia y Osteopatía Eguzki

Referencias bibliográficas:

-Principios de neurociencia (Cardinalli), –

– Explicando el dolor (David Butler)

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